En estos días de emergencia sanitaria desatada por la pandemia del COVID-19 en Uruguay, además de las medidas anunciadas por las autoridades para paliar tan compleja situación, han aparecido diferentes manifestaciones de solidaridad desde el ámbito privado.
Por un lado, personas a título individual han colaborado de diferentes formas, ya sea con su tiempo, organizando o participando de actividades de voluntariado; donando alimentos para quienes lo necesitan; o aportando dinero al Fondo Coronavirus. Del mismo modo han aflorado muestras de solidaridad espontánea desde el ámbito empresarial y desde organizaciones de la sociedad civil, como es el caso de diferentes actores del sector productivo de nuestro país.
Distintos grupos de productores rurales y empresas del rubro manifestaron su preocupación por el delicado escenario que se vive en todo el territorio nacional, y al mismo tiempo idearon mecanismos y propuestas para colaborar económicamente con la causa de combate a la pandemia. De momento ya son varias las empresas del sector que han efectivizado donaciones tanto en dinero como en especie, alcanzando cifras millonarias por tales conceptos. Asimismo han ofrecido apoyo logístico para concretar diversas acciones solidarias, en especial en el interior del país, donde la colaboración para el traslado de alimentos y demás insumos es fundamental para que la ayuda llegue en tiempo y forma donde se necesita.
Indudablemente dichos impulsos de solidaridad espontánea son la clara evidencia de que los sectores productivos del país no sólo aportan a la sociedad generando empleo y riqueza genuina día a día, sino que también contribuyen con la sociedad con acciones y gestos como los anteriormente referidos. Esta constatación empírica contradice los prejuicios que habitualmente se escuchan desde la izquierda, acusando a los productores rurales de desalmados y desinteresados de las problemáticas sociales, cuando la realidad indica que no es así sino todo lo contrario.
En este contexto, resulta oportuno recordar que el sector productivo es el motor económico del Uruguay, y cuando esta tormenta pase, será por su impulso que crecerá la economía, ya que el mundo demandará alimentos y ello redundará en empleo y crecimiento genuino, no sólo en el rubro agroexportador sino en los demás sectores del mercado.
Todas estas muestras de solidaridad espontánea nos invitan a la reflexión sobre la importancia de los individuos actuando por su propia voluntad y motivación de contribuir con el prójimo, así también como desde organizaciones de la sociedad civil y empresas que deciden colaborar con sus conciudadanos. Es cierto que en Uruguay la idiosincrasia estatista tiende a esperar todas las soluciones únicamente desde el Estado, pero en estos casos el poder y la vitalidad de la iniciativa privada sale a la luz una vez más, resignificando su rol preponderante para la vida en sociedad.
Las ideas aquí expresadas pertenecen al autor del artículo y no necesariamente son las de la Fundación Rioplatense de Estudios.
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