Desde el primer día que llegué a Argentina, allá por 2014, he recibido de cada ciudadano de este país buen trato, buena receptividad, empatía, respeto, solidaridad y un montón de oportunidades. Argentina es un gran país y estoy plenamente convencido de que la gran mayoría de sus habitantes son personas de bien, con buenas intenciones y principalmente trabajadores. No están esperando que nadie les de nada, más bien cada trabajador argentino trabaja 50% del año solo para pagar impuestos al Estado. Lamentablemente, sus gobernantes actuales no reflejan esta cara de la sociedad.
En los años de gestión Kirchnerista, los gobiernos más corruptos de la historia de este maravilloso país, encontraron un gran aliado en su asociación ilícita: Hugo Chávez, quien por esa época se encontraba robando y despilfarrando miles de millones de dólares de los venezolanos, que hoy viven en la miseria, gracias a la mayor bonanza petrolera de la historia de ese país.
Los negocios comenzaron en 2005, con el préstamo de Venezuela a Argentina por 10.000 millones de dólares para que Argentina pagase parte de la deuda que tenía con el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, este préstamo resultó ser, finalmente, una bicicleta financiera. Para 2006 la relación ya era íntima, y en Venezuela se empezaban a escuchar las primeras denuncias de corrupción de la creciente relación entre Kirchner y Chávez: la importación de carne argentina a 20 dólares el kilo, la compra de pollos con sobre precios a la empresa Cresta Roja, la importación de leche de la empresa Sancor luego de préstamos poco transparentes para rescatar la empresa, eran algunos de los escándalos. Para este momento, el embajador argentina Eduardo Sadous había denunciado una trama de negocios paralelos dirigidos por Claudio Uberti, Alicia Castro y Julio De Vido.
Durante este tiempo, el jefe de gabinete del ex presidente Kirchner era “un tipo común”: Alberto Fernández, quien en estos últimos días declaró que extraña a Chávez. Viendo en perspectiva, es probable que lo que extrañe son los jugosos negocios ilegales que el Kirchnerismo hizo con Chávez. Aunque claro, seguramente él no sabía nada ni mucho menos fue partícipe de estos negocios. Entonces, me pregunto: asumiendo que el presidente, además de ser un tipo común, es honesto, ¿qué extraña de Chávez?
¿Extraña Alberto a Chávez por las violaciones a los Derechos Humanos? Imposible, tajantemente diría que no. Aunque el Estado argentino haya votado por no condenar los abusos sistemáticos del régimen de Maduro el pasado 26 de junio en la sesión Organización de Estados Americanos (OEA), no creo que Alberto extrañe a Chávez por sus violaciones a los derechos humanos.
Chávez destruyó las instituciones democráticas del país, usó a los militares para reprimir ciudadanos desarmados en protestas pacíficas y creó grupo paramilitares -los colectivos- para perseguir disidentes y opositores. No creo que Alberto esté de acuerdo con estas formas totalmente antidemocráticas y dictatoriales, aunque admito que los aprietes públicos a la justicia y la suelta masiva de presos un poco me hacen dudar. Entonces, de nuevo la pregunta: ¿qué extraña Alberto de Chávez?
La tercera es la vencida y arriesgo que Alberto extraña a Chávez por su liderazgo. ¿Por qué? Alberto siempre ha sido el segundo: el segundo de Néstor durante el gobierno, el segundo de Massa durante el armado del Frente Renovador. Alberto Fernández no es un líder, sino un armador político. Nunca ha consolidado un liderazgo propio, lo cual debe ser frustrante en este momento: ser presidente, parecer presidente, vestir como presidente, hablar como presidente y que nadie se lo crea. Ni en su espacio político, donde hay una clara conducción verticalista, ni en el país, donde la mayoría de la gente cree que no gobierna él, sino ella. Entonces, sí, Alberto Fernández extraña a Chávez por su liderazgo. O mejor dicho, lo admira. Sí, creo que es admiración.
Creo, entonces, que los venezolanos debemos comprender que las declaraciones de Alberto fueron un gesto de admiración específicamente al liderazgo de Chávez, no habla ni por Argentina ni por los argentinos, ya que nuestros hermanos del sur, están claros que lo que hoy sufrimos es por culpa de Chávez. Tenemos que entender que el peronismo fue en sus orígenes un partido corporativista y nacionalista, que ha estado históricamente relacionado con líderes fascistas de los cuales ha aprendido y ha copiado. Entonces, al declararse Alberto Fernández un auténtico peronista, no es de extrañar que admire y extrañe a un líder fascista como Hugo Chávez.
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Las ideas aquí expresadas pertenecen al autor del artículo y no necesariamente son las de la Fundación Rioplatense de Estudios.
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