Somos Charlie Kirk

Somos Charlie Kirk

José Ponte Rangel | Vancouver, Canadá

 

El asesinato de un joven en una universidad, en medio de un debate político entre jóvenes, es un crimen que conmociona al mundo entero. La única forma legítima de combatir las ideas es con más ideas, la violencia física nunca es aceptable. Matar a alguien por pensar diferente es, en sí mismo, un acto de fascismo.

 

El asesinato de Charlie Kirk no es solo la pérdida de una vida a sangre fría; es una bala que atraviesa a todos los jóvenes que hoy hacemos política. Independientemente de las ideas que se defiendan o de si estamos de acuerdo con ellas o no, asesinar a otra persona por el mero hecho de disentir, es absolutamente inaceptable.

 

Charlie Kirk pudo haber sido cualquiera de mis amigos, tanto aquellos que defienden las ideas de la libertad como los que apoyan otras posturas. Mi conmoción se profundiza al saber que Charlie dedicaba su tiempo precisamente a generar debates en las universidades, que son, por naturaleza, espacios donde el intercambio de ideas debe florecer.

 

Lamentablemente, en los últimos años hemos visto cómo se ha consolidado una política basada en la trivialización y la polarización: si no piensas exactamente como yo, te conviertes automáticamente en mi enemigo. Esto es todo lo contrario al espíritu democrático y al verdadero ejercicio político, porque las ideas cambian, evolucionan, y eso es necesario.

 

He participado en debates políticos desde los 15 años, y jamás he considerado enemigos a quienes piensan diferente. Con el tiempo, incluso he cambiado de opinión sobre algunos temas, y he entendido que estaba equivocado. Así debe ser. Charlie me representa, y su asesinato es inconcebible.

 

En América Latina, vemos cómo desde el poder, líderes populistas se han encargado de dividir a la sociedad entre buenos y malos, ricos y pobres. Esta narrativa maniquea ha sido una de las principales causas de la decadencia social y política de la región. El asesinato de Charlie es un recordatorio brutal de que, hoy, hacer política con posturas incómodas para ciertos grupos puede significar un riesgo para la vida.

 

Miguel Uribe en Colombia y Fernando Villavicencio en Ecuador, ambos candidatos a la presidencia, fueron asesinados por extremistas vinculados al narcotráfico y la corrupción. La violencia política debe ser inaceptable, sin importar el país, el contexto o la ideología.

 

Como jóvenes políticos, o simplemente como ciudadanos interesados en la política, que no es otra cosa que la búsqueda del bien común, hoy estamos en estado de shock. Ante la muerte de Charlie, debemos alzar la voz y condenar con toda firmeza este crimen. Pero, sobre todo, debemos seguir trabajando para que todas las personas sean libres de expresar, corregir y madurar sus ideas. No podemos aceptar que las ideas sean silenciadas a disparos.

 

Hoy, todos somos Charlie Kirk.