La izquierda latinoamericana es culpable

La izquierda latinoamericana es culpable

José Ponte Rangel | Vancouver, Canadá

 

Desde hace décadas, diversas organizaciones internacionales, civiles y ciudadanos venezolanos han denunciado los crímenes cometidos por el régimen chavista, no solo el de Nicolás Maduro, sino también el de Hugo Chávez. Desde 2005, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha documentado y denunciado las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, que incluyen la censura de los medios de comunicación independientes, las torturas en las cárceles del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), la desaparición forzada de personas y el asesinato de civiles desarmados por parte de militares y policías durante las protestas sociales.

 

La izquierda latinoamericana decidió ignorar los crímenes. Muchas universidades, ONG y figuras autodenominadas como "intelectuales" se hicieron cómplices del régimen chavista. Un caso emblemático fue cuando, en 2009, la Universidad Nacional de La Plata, en Argentina, a través de su Facultad de Periodismo, otorgó un premio a Hugo Chávez, el mismo año en que la CIDH denunciaba el cierre de medios de comunicación independientes en Venezuela.

 

En 2013 se llevó a cabo el primer gran fraude electoral, cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció que Nicolás Maduro había ganado por un margen del 0,1% de los votos, a pesar de las numerosas irregularidades, incluidas un apagón eléctrico y una caída total de internet en todo el país durante más de una hora. En ese momento, la izquierda latinoamericana también se mostró cómplice.

 

Juan Carlos Valle Raleigh, embajador de Argentina en la OEA, y Rita María de Almeida Souza, embajadora de Brasil, se alinearon completamente con Nicolás Maduro. Durante la reunión extraordinaria para debatir el fraude electoral, estos representantes de las presidentes Dilma Rousseff y Cristina Kirchner, ambas de izquierda, desmintieron todas las pruebas presentadas por la oposición venezolana.

 

Entre 2013 y 2018, durante el primer período fraudulento de Nicolás Maduro, se evidenció la cara más sangrienta del régimen chavista. Más de tres mil personas fueron detenidas por participar en protestas, y decenas fueron asesinadas. Casos emblemáticos de esta represión fueron los asesinatos de Bassil Da Costa y Robert Redman. Ambos jóvenes fueron ejecutados a sangre fría por funcionarios del SEBIN, frente a las cámaras de televisión, durante las protestas de 2014.

 

En 2018, se celebró un nuevo fraude electoral, esta vez con Maduro como único candidato en la boleta. La izquierda latinoamericana, una vez más, aplaudió y guardó silencio.

 

Podría seguir mencionando decenas de hechos, sucesos y crímenes cometidos por el régimen chavista contra el pueblo venezolano, pero este artículo se convertiría en un libro. Basta con consultar los informes de organizaciones internacionales de derechos humanos para entender el horror que se ha vivido en Venezuela.

 

El régimen chavista no solo ha destruido la industria petrolera venezolana, sino que también ha cometido ecocidios al explotar oro y coltán en parques nacionales protegidos. Ha saqueado miles de millones de dólares a través de mecanismos como CADIVI, y ha creado un cartel de drogas que opera abiertamente con grupos terroristas como las FARC y el ELN de Colombia, así como con carteles de droga mexicanos. Este Cartel de los Soles utiliza no solo barcos en el Caribe, sino también aviones comerciales de Conviasa para transportar cocaína. Esta denuncia no es nueva; es vieja, pero la izquierda latinoamericana también ha guardado silencio y ha sido cómplice.

 

Lo que sucede ahora, sin precedentes en la historia moderna de Latinoamérica, es que se ha utilizado a las Fuerzas Armadas, el territorio y las instituciones de un país para el beneficio absoluto de un cártel de drogas, liderado por generales traidores a la República y una pequeña mafia encabezada por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.

 

A pesar de los intentos pacíficos, civiles y democráticos de los venezolanos para liberarse del régimen chavista, como se evidenció en las últimas elecciones presidenciales, en las que una amplia parte del pueblo venezolano expresó su apoyo a la oposición unificada y al candidato Edmundo González, las luchas por la democracia y la libertad siguen siendo ignoradas por gran parte de la comunidad internacional latinoamericana. En este proceso, González se posicionó como una alternativa a la dictadura de Nicolás Maduro, buscando restaurar la democracia en Venezuela. Sin embargo, el régimen se ha quedado en el poder por la fuerza. 

 

No hay que dudarlo: el régimen de Venezuela está conformado por un grupo de delincuentes. No solo son corruptos, no solo son asesinos, sino también narcotraficantes. Y todas las instituciones, organizaciones y personas que han sido cómplices de ellos, deben ser señaladas. Han sido cómplices y lo siguen siendo.